UNA NECESARIA ACLARACIÓN



No es un blog de nostalgias, ni ha sido concebido para verter lágrimas por la tierra añorada, ni vituperios contra quienes desataron esta diáspora del último medio siglo. Pretendemos que nuestras páginas contengan la visión, proverbial y vigorosa, de quienes andamos por el mundo con todas las esperanzas intactas y las alegrías renovadas, dispuestos a compartirlas nuevamente con nuestros hermanos. Desde estas páginas nos declaramos en confrontación contra los absurdos, mediocridades, burocracias y mezquindades que hicieron y hacen de la política en nuestro país una suerte de zanahoria al final del palo, sin saber las autoridades y otros muchos que desde hace tiempo el burro camina al revés.

EL AUTOR

UNA ENTREVISTA CON EL ACTOR CUBANO ALBERTICO PUJOLS

Albertico Pujols y Amaury Pérez en "Con 2 que se quieran".
Amaury. Muy buenas noches. Estamos en Con 2 que se quieran, aquí, en el corazón de Centro Habana, en Prado y Trocadero, el barrio de Lezama Lima, en los legendarios Estudios de Sonido del ICAIC.
Hoy, esta noche, está con nosotros una persona que yo conocí siendo muy jovencito, que es el hijo de dos grandes cantantes, es uno de los actores más importantes que ha tenido la Televisión y el Cine Cubano y es para mí, también y cada día un privilegio, un gran conversador, una gran persona, un gran amigo, Alberto Pujols.
Muy buenas noches, Albertico.
Albertico. ¡Qué bien!
Amaury. Bueno, todo el mundo sabe que tú eres un actor importante, carismático de la Televisión y del Cine. Muchos saben también que tú eres músico, porque haces canciones, canciones que han sido además galardonadas. Pero la sorpresa es que también eres pintor. A ver, ¿tú haces toda esta diversidad de géneros en los que te mueves…, lo haces por una especie de vocación o porque te aburres, o en los tiempos libres?
Alberto. A ver Amaury, ante todo, agradecerte muchísimo esta invitación que me has hecho.
Amaury. Yo te quiero cantidad y tú lo sabes.
Alberto. En fin, nos conocemos de toda la vida, me encanta esto de poder sentarme aquí contigo, de verdad muchas gracias.
Esto surge yo no sé cómo. A veces hay grandes vacíos que uno no sabe cómo proyectarlos estéticamente, artísticamente. Hace mucho tiempo que vengo coqueteando con este problema de la pintura. No había encontrado exactamente el por qué. Lo hacía por un problema de hobby, lo hacía quizás por probar una textura en un momento determinado, por imitar también a mi padre, que finalmente devino en pintor. Yo vivía en un edificio, donde tú sabes, vivía Luis Martínez Pedro y, bueno, siempre, de niño cuando iba allí, pues yo miraba por una ventana donde Martínez estaba pintando aquello Signos del mar, Aguas territoriales, me llamaba mucho la atención.
Amaury. Aquellas acuarelas tan oscuras.
Alberto. Exactamente, esas cosas oscuras que tenían sólo tres rayas azules y de pronto era un mundo increíble. Yo decía, bueno, le voy a enseñar a él y entonces subía. Tenía hojas, en esa época tenía hojas, ahora es más difícil pero pintaba con colores, con acuarela y cada cinco minutos tocaba en casa de Martínez y decía: ¡Martínez, mire!, le traía así un cartapacio de dibujos. Me imagino que me debe haber odiado terriblemente. Hasta que me dijo: ¡sí, sí, Albertico, tú pintas, tú pintas! No tenía defensa.
Amaury. Tú sabes que eres buenísimo.
Alberto. Finalmente así fueron los pininos. Después, cuando vi que mi padre se volcó de toda la cuestión esta de la música, y devino en el pintor que es, pues me fascinaba lo que él hacía, me gusta mucho lo que él hace…, los colores, cómo lograba…, cómo estudió, cómo tuvo que hacerlo, la gente que lo ayudó, y bueno la casa siempre ha estado de alguna manera llena de pintores, de óleos, de propuestas y me sentía un poco como en deuda con esto. Empecé exactamente hace dos años, un año y tantos a tratar de plasmar algunas ideas, algunas cosas y aquello como que me empezó a atrapar sin yo darme cuenta hasta que pasé al lienzo.
Creo que necesitaba, artísticamente, hacer algo que pudiera hacer yo solo, que dependiera de mí mismo y me lancé a esto. Me lancé a esto y me ha ido bien con esto y me siento muy bien. No tiene que ver incluso con si he podido o no mover las obras, que las he podido mover, desde luego. Es el simple hecho de que toda vez que termino un trabajo de estos, me siento que artísticamente he puesto algo ahí.
Amaury. ¿Pero te sientes mejor que cuando terminas de hacer una buena canción o cuando terminas de hacer un buen personaje?
Alberto. Mira, me pasa igual. Es una suerte de iluminación, de realización y creo que para eso estoy aquí en este plano en el que habitamos. Me siento bien así.
Amaury. Ahora, el riesgo, Albertico, de los que ejercen varias profesiones dentro del arte es que normalmente uno es recordado por una. ¿Por cuál te gustaría ser recordado?
Alberto. Exactamente no lo sé, pero me gustaría que me vieran más que todo como artista y es lo que trato de hacer. Quisiera que me recordaran como un artista ¿te das cuenta?
Amaury. Hablemos de tus padres, de Nina y Alberto, de Voces Latinas, aquel extraordinario cuarteto y hablemos del ambiente que había en tu casa, cuando eras niño, con dos padres cantantes. Porque tú eras niño cuando ya yo iba a tu casa.
Alberto. Sí, claro, fui niño. Todavía soy un poco niño.
Amaury. Tengo que reconocer que cuando yo iba a tú casa, todavía eras un niño. ¿Cómo era el ambiente, cómo era tú familia? ¿Cómo era la vida ahí en la casa?
Alberto. Siempre recuerdo mi niñez asociada a un grupo de voces haciendo armonías. Repasando una y otra vez una secuencia armónica para voces. Muy difícil, que no me gustaba, al oído, no me gustaba. Era la época de los cuartetos, y entonces aquellas armonías raras que decían: Yo te quise y tú lo sabes (cantando) cuando tú oías eso cinco veces a coro, tú decías: “yo te quise” me tiene un poco molesto. Ahora, lo escucho y digo: es verdad que había un trabajo vocal muy tremendo, escrita, a veces, la armonía de voces por Juanito Márquez, por Roberto Marín, por gentes que escribían muy bien las armonías vocales. Eso es lo que yo entendía, después eso, como que se traspolaba, que se movía y aparecía en aquella caja que era la televisión, y yo veía que el: Yo te quise y tú lo sabes, estaba allí y aquello tenía luces y aquello era un espectáculo.
Amaury. Y a la gente le gustaba.
Alberto. Y a la gente le gustaba y yo decía: bueno, pues parece que por aquí efectivamente hay algo. Creo que lo que saqué en experiencia es que había que trabajar, y eso como que nos nutrió, a mí y a mi hermana. Creo que la música la tenemos ahí, es como la savia, la sangre, no sé, es algo que está en nosotros, que independientemente de que no sea un director de orquesta, un pianista, un músico, un cantante, es una cosa que está aquí conmigo, es una parte de mí.
Amaury. Pero fíjate que yo me acuerdo, y lo recuerdo bien, que tu mamá (debe tenerla todavía) tenía una voz muy especial, con una calidez, con una profundidad tremenda, Nina; pero no era una persona que anduviera en la casa haciéndose la artista. Ella era la mamá de Albertico y de tu hermana.
Alberto. Un día se lo dije. En fin, mi madre es, como decirte, el emblema. Es el lugar adonde llegar desde el punto de vista artístico, no sólo por si cantaba bien o no, sino por el empeño de aquella mujer en las ideas artísticas. Cantaba muy lindo, efectivamente, pero nunca pude ver en mi madre a la persona que después salía en la televisión cantando, eran dos personas.
Amaury. A eso iba, es muy raro. En la televisión era una cosa, una gran cantante, hacía todos los movimientos de los cuartetos, todo eso y después, cuando tú ibas a su casa a visitarla, a veces yo le decía: Nina ¿Por qué tú no me cantas algo? y ella me decía: ¡Ay, no, por favor, yo no estoy para eso!
Alberto. No, nada de eso, Nina era hacer café y sentarnos a hablar.
Amaury. ¿Cómo fue tú niñez, la tuya y la de tu hermana, feliz quiero decir?
Alberto. Creo que fue una niñez, muy, muy feliz. Yo estoy intentando escribir un libro ¿sabes?, estoy tratando de explicar un poco…, no quisiera que la familia Pujols quedara en el olvido. Entonces estoy tratando de alguna manera de conformar algunas ideas para ver si puedo explicar qué cosa era esta familia.
Amaury. La familia tuya es una familia numerosa o fue por lo menos una familia numerosa, y esto lo voy a decir con mucho amor, tú lo sabes, fue muy disparatera, muy simpática. Yo quiero que tú me hables… vamos a empezar desde Cuba…
Alberto. …Mi abuela Cuba.
Amaury. Tu abuela Cuba era algo… (risas)
Alberto. Mi abuela Cuba se llamaba Cuba Ana Victoria, fue bautizada por Fermín Valdés Domínguez. Esa abuela es la hermana del primer aviador de Cuba, que se llama Agustín Parná, ¿no es verdad? Entonces creo que todas estas cosas pues conformaron en la familia una idea de grandilocuencia, de sobre dimensionar en muchas ocasiones las cosas y puede ser que -tranquilamente- un incidente pudiera tomar una gran connotación.
Pujols, yo siempre digo que es el signo que falta en el zodíaco porque es como una especie de comportamiento. Vivían todos en un edificio, te imaginas esto, se puede hacer una serie de televisión. Tú los conociste bien.
Amaury. ¡Claro, claro!
Alberto. Tengo un primo que se sentaba a tomar la sopa, ya era un hombre, pero con la cuchara aquí y si el impulso no lo llevaba hasta el plato, él no cogía la cucharada, o sea, él estaba así sentado y de pronto llegaba. Ya la iba a coger, pero no llegaba. (risas)
Amaury. Era un hombre sillón. (risas)
Alberto. Exactamente. Pero imposible que se detuviera a tomarla. Esas características están en los Pujols. No es que seamos anormales ni mucho menos.
Amaury. ¡Claro que no, son muy sui géneris!
Alberto. Somos sui géneris.
Amaury. Personajes muy singulares.
Alberto. Muy críticos con ellos mismos, se burlan de ellos mismos. Siempre es una familia a la que le pasan cosas inconcebibles a todos, cada uno tiene sus anécdotas, desde luego, tú lo sabes.
Amaury. ¿Cuándo es que decides empezar a actuar?
Alberto. Te voy a explicar. Cuando yo tenía como 8 años, más o menos, mi prima escribía para la televisión y necesitaban niños que hicieran de niños vietnamitas y yo tenía que ir allí a hacer de vietnamita. Le dije: ¡bueno, vamos! Estaba como en segundo o tercer grado, no sé, y nos llevaron a hacer de vietnamitas.
Me llamaron a partir de ahí y empecé a hacer muchas cosas en la televisión: Peter Pan, El Sastrecillo Valiente, muchas cosas, pero a partir de un momento, Amaury, empecé a sentir pena, cuando comenzó la adolescencia, me daba pena, de adolescente, pararme allí, que me vieran vestido de sastrecito, con una pluma y esas cosas, me sentía mal con eso y me retiré. Y un buen día, Miriam Ramos, fíjate tú…
Amaury. ¿Miriam Ramos, la cantante?
Alberto. Miriam Ramos, la cantante, muy amiga de mi madre y mi padre de esa época, bueno todavía lo es, se aparece con la noticia de que en la Escuela Nacional de Arte había unas matrículas para estudiar actuación. En mi vida había ido al teatro, fíjate tú. Conocía el cabaret, conocía a los cantantes, conocía a todo el mundo de la música, pero yo nunca había podido estar en el teatro porque no me permitía mi papá ir al teatro. Tú conociste a mi padre, eso de estar diciendo malas palabras y esas cosas, eso no podía ser y en el teatro se decían malas palabras ¿tú sabes?, habían puestas que tenían estas ideas y él no me permitía nada de eso.
Mi padre sencillamente me mandó a la ENA, yo llegué a la ENA, me enteré que en la Escuela Nacional de Arte no se daba matemática y cuando yo vi esa situación dije: esta es la iluminación, yo soy actor, decididamente, tengo que ser actor a toda costa.
Amaury. Un tipo que odia las matemáticas tiene que terminar siendo actor.
Alberto. Exactamente. Yo odiaba, odio todavía las matemáticas. No puedo con la matemática. Entonces estudié actuación. Me hicieron una prueba y tenía mucha cara de tabla, y bueno, me permitieron estudiar, me gradué. Increíblemente, me gradué, condicional, porque hacía un programa que se llamaba Para Bailar y en la escuela eso estaba prohibido
Amaury ¡Ahí vamos, a Para bailar! ¿Entonces tú estabas haciendo para bailar siendo estudiante de la ENA?
Alberto. ¡Sí, claro! Dos años estuvimos haciendo Para Bailar siendo estudiantes de 3er y 4to año de la Escuela Nacional de Arte. Eso estaba mal visto por la Escuela, desde luego.
Amaury. ¿Y no te daba entrenamiento? ¿No se consideraba en la Escuela que te daba entrenamiento la televisión?
Alberto. La Escuela era muy conservadora en lo que refiere al trabajo. Siempre estaba abogando por la cuestión del teatro. Entendía que un programa de televisión, quizás podría desvirtuar un poco todo lo que con tanto cuidado se estaba gestando, en la cuestión teatral.
Pero nosotros entendemos; yo entiendo hoy, que ciertamente era muy importante hacer Para Bailar en ese momento. Nos dio una gran seguridad, nos dio una gran tranquilidad a la hora de enfrentarnos al público, nos regaló el deseo de querer enfrentarnos al público, que eso la Escuela creo que no lo tenía.
Amaury. ¿Y te gustaba conducir?, ¿Te gustaba y te sigue gustando?
Alberto. No sé, Amaury, no creo.
Amaury. Pero lo has hecho.
Alberto. Sí, lo he hecho, pero qué te cuento… estaba en Para Bailar porque teníamos unas pequeñas sesiones donde hacíamos actuación y donde nos disfrazábamos y nos divertíamos mucho. Date cuenta, yo tenía 17 años, ¿te imaginas, no? La película que estaba de moda era una película que se llamaba “También los ángeles comen judías” y nos gustaba ir a ver la película y si queríamos llevar esa película al programa, pues era tan sencillo como que ya estamos haciendo la película aquí, y ya, esta es la película y a filmar.
Amaury. Además, una gran popularidad.
Alberto. Una gran popularidad. Creo que fue un hito ese programa en un momento determinado. No tuvimos conciencia, al menos yo, nunca he tenido mucha conciencia de lo que ciertamente fue el programa Para Bailar para la población. Pero sí recuerdo a Néstor Jiménez y a mí caminando por la calle 23 un domingo a las 2 de la tarde y estaba vacía la calle 23. A las 2 de la tarde se detenía todo, la gente veía Para Bailar y después es que salía para la calle. Eso nos ocurrió a nosotros, yo lo vi.
Amaury. ¿Por qué tú te fuiste para el Escambray (Grupo de Teatro Escambray)?
Alberto. Porque toda mi vida quise ser del Escambray. Toda mí vida yo quise estar en el grupo Escambray. Es una tremenda admiración que tenía yo por el grupo Escambray y no sólo por el grupo Escambray, por Sergio Corrieri, Pedro Rentería, la forma de hacer de ellos, yo idolatraba eso. Había muchos factores que me llevaron a eso, que ahora te los voy a decir, desde luego, cómo es que yo di con el grupo Escambray, porque tampoco es que yo tuviera anterior conocimiento de esto, recuerda que no me dejaban ir al teatro. Yo visitaba la casa de Lilian Llerena. Y Lilian Llerena pues siempre nos estaba…
Amaury. …Pero tú la visitabas porque era la mamá de…
Alberto. …De Lili Rentería, que además estaba conmigo en la Escuela y mi primer amor, mi primera novia, y por Lilian empiezo yo a descubrir qué cosa era el teatro, qué es lo que había pasado en el movimiento teatral, cómo había surgido el Escambray, por qué la gente que estaba en Teatro Estudio se había ido a hacer el teatro este allá a la zona central del país, en fin y, si mal no recuerdo, por esa misma época se estrenó aquella película fabulosa que se llama El hombre de Maisinicú.
Amaury. De Manolito Pérez.
Alberto. Esa película creo que para todos los de mi generación, los muchachos, marcó una pauta, tanto, que yo dije: Mi plan es que en cuanto yo termine la Escuela Nacional de Arte, yo voy a irme al grupo Escambray. Además, venía el grupo de visita, venía a La Habana, presentaba obras simpatiquísimas, como la Vitrina, de Albio Paz, había cosas maravillosas. Yo quedaba anonadado viendo aquellos actores desdoblados haciendo aquellos campesinos. Entendía que ese era el mundo que a mí me había cautivado totalmente y decidí tanto, que supliqué irme para el grupo del Escambray, y me fui a ser actor allí, me estrené como actor en Nicaragua, en el 79, y fue una experiencia tremenda. Después el Grupo Escambray comenzó a cambiar, ya Sergio no estaba allí, Pedro, tampoco, y un poco los fetiches estos que yo había establecido ya no quedaban y decidí que.
Amaury. ¿Y volviste a la televisión?
Alberto. Había hecho la película Guardafronteras, Octavio Cortázar me había llamado para hacer la película, mi primera película.
Octavio me había dicho que yo estaba equivocado, o sea, lo que yo entendía como actor, lo que yo quería hacer, estaba mal y Octavio fue la persona que fue como si pusiera un cinturón de castidad o una camisa de fuerza en mi persona, Octavio Cortázar. Me dijo. ¡No, no, mira, esto no es un plano! Un plano en el cine, estás de este tamaño, y si tú haces todo ese astracán y todo ese movimiento y todas esas cosas que tú quieres hacer, vas a volver loco al público, vas a ser un centro de atención innecesaria. Me empezó a explicar qué cosa era aquello.
Amaury. …Es cierto, es cierto…
Alberto. …Tenía toda la razón, desde luego. Yo no lo sabía, porque yo venía de Para Bailar, de hacer gracias en la televisión, de hacer sketch, cosas de esas, y Octavio fue quien… Y a partir de ahí vino un silencio en mí muy grande, Amaury, porque yo estaba confundido, no sabía si podía ser actor, si no podía ser actor, si estaba bien o mal, en fin. Un buen día Jesús Cabrera, el director de televisión, pues me vio y me dijo ¿tú eres Albertico? Sí, yo soy Albertico. Bueno, yo quiero trabajar contigo y me llevó de vuelta a Nicaragua a filmar una serie sobre Águedo Morales Reina, donde ya yo interpretaba otro personaje. A partir de ahí hasta el día de hoy nunca más paré de hacer televisión.
Amaury. Pero normalmente haciendo personajes positivos.
Alberto. Sí, claro, exactamente. La suerte, en muy pocas ocasiones, he podido transitar por personajes de otra índole y además, los he defendido a toda costa y me han quedado bien porque los he hecho con muchas ganas.
Amaury. Además, tú eres muy buen actor, o sea…
Alberto. No, no tiene mucho que ver con que sea buen actor.
Amaury. Pero sí lo eres.
Alberto. Yo creo que tiene que ver con los deseos de hacer otros personajes. De buscar en esos vericuetos, de buscar esos espacios que a veces la gente que hace siempre personajes negativos pues pasan por alto porque ya lo hacen siempre. No, yo quería ahondar en eso, tratar de investigar bien la psicología de esa gente. Son momentos de gracia que he tenido cuando he podido hacer esos personajes.
Amaury. ¿Pero cómo uno puede…, después que uno está tan identificado con un personaje como de El Tavo? Porque además El Tavo lo ponen, la gente se pega con la serie, después hay un tiempo que no, pero después la vuelven a poner cuando tú piensas que se ha olvidado y la gente se vuelve a pegar con El Tavo. ¿Cómo uno puede dejar atrás un personaje como ese?
Alberto. Yo lo dejé atrás, yo lo dejé atrás.
Amaury. Sí, sí, pero el público no.
Alberto. El público no, pero yo lo dejé atrás. Te cuento que es muy difícil. De cualquier manera El Tavo es un personaje que no sólo es un personaje positivo. Es un personaje que transita por una cantidad de situaciones y de cosas. El Tavo, por ejemplo, cuando trata a su esposa, la trata mal, no es un personaje positivo en su comportamiento con su esposa, en su machismo, en su forma abrupta de terminar las cosas, a veces por las circunstancias. Creo que es un personaje muy agradecido para el actor que lo haya interpretado. No estoy tratando de quitarme méritos, ni es falsa modestia, Amaury.
Amaury. No, no, si es un personaje que todo el mundo quiere.
Alberto. Sencillamente creo que es un personaje agradecido, creo que es un personaje que pasa por una cantidad de cosas que el público lo logra hacer suyo, lo identifica. Te puedo asegurar que El Tavo ya no es mi personaje, es el personaje de la gente, yo no tengo nada que ver con eso ¿A ver cómo te puedo explicar? No hay nada que yo pueda hacer contra El Tavo, ni cuestionarlo ni nada, es un personaje que no me pertenece a mí.
Amaury. ¿Cómo te fue trabajar en el cine con Reinaldo Miravalles y Consuelito Vidal en Los pájaros tirándole a la escopeta? ¿Cómo fue eso? Sobre todo porque no tengo la menor idea de cómo fue. Yo fui a ver la película el día que se estrenó.
Alberto. No sé decirte cómo fue, no sé explicarme qué pasó.
Amaury. ¿Y con Beatriz, por supuesto?
Alberto. Pero de ti me enamoré. (risas) A ver, eso lo decidió Reinaldo Miravalles, mi entrada a Los pájaros tirándole a la escopeta, esto me lo dijo Reinaldo después. Estábamos pasando la suerte de casting esa y Reinaldo, pues, votó por mí. Eso para mí fue…
Amaury. Que Reinaldo diga Fulano…
Alberto. Pues se estableció una gran relación a partir de eso. Me pasaban cosas increíbles con Consuelo. ¡Consuelito, figúrate, es que yo conozco también a Consuelito, como tú conociste a mi mamá!
Amaury. ¡Claro, claro! (risas)
Alberto. Pero es un poco la mía también. Resulta que yo empecé a sentir celos de Consuelo, ¿te das cuenta? Empecé a sentir celos no del personaje, de Consuelo, porque Consuelo estaba defendiendo evidentemente su personaje pero yo no podía separar la imagen de Consuelo del personaje de la película y yo no entendía. Yo era peor que Emilito, el personaje de Los pájaros tirándole a la escopeta. Emilito no me llegaba a mí a los calcañales en cuestiones de celos.
No hubo forma posible que Rolando Díaz, Reinaldo Miravalles y Consuelo Vidal me hicieran entender a mí de que yo tenía que entender que mi mamá tuviera una relación con mi suegro, o sea, eso yo nunca lo he logrado entender, ¡fíjate tú! Así pude hacer la película.
Pero sí te puedo decir una cosa: cuando a mí me dijeron que iba a tener a mi lado a Consuelo Vidal, a Reinaldo Miravalles, a Silvia Planas. ¡Imagínate tú, Silvia Planas! Yo dije: ¡oh! No te voy a decir la palabra esa que siempre utilizan los actores que me molesta mucho el “reto”, no, no era ningún reto, era una felicidad, ¿te das cuentas?, la realidad es que era una gran felicidad. Yo siento un gran agradecimiento hacia esas personas. A Consuelo donde esté, que está aquí mirándome ¿sabes?
Amaury. Yo te digo que está.
Alberto. Yo sé que está, claro que está, Consuelo era mi cómplice en la película, todo el tiempo fue mi cómplice, Consuelito, mira, me erizo de mencionarla, porque ciertamente es quien nos introdujo a Beatriz y a mí en toda esta historia. La figura de Miravalles, ¡figúrate tú! para nosotros era una súper personalidad.
Además, vamos a hablar en plata, Reinaldo es un hombre muy alto, cuando tú te paras frente a Miravalles, es una cosa que tú dices…, te impresiona.
Amaury. Es alto y su talento lo hace más alto.
Alberto. Enfrentarse a Miravalles eso está un poco complejo, ¿no es verdad? El caso es que lo hicimos. Lo hicimos, lo hicimos, como dice Dora La Exploradora (risas). Es que tengo eso metido en la cabeza por la niña.
Resulta que logramos aquello. No nos imaginamos nunca, creo que Rolando Díaz es el que tenía muy claro en su cabeza el resultado de para dónde iba y lo que quería. Tuvimos hasta discusiones…
Amaury. Pero el éxito fue…
Alberto. …Un éxito apabullante.
Amaury. Además la música de Juan Formell.
Alberto. Todo, todo estaba ahí para que aquello fuera… Amaury, te voy a decir sin temor a equivocarme que creo que he sido de alguna manera protagonista, y eso ha sido muy bueno para mí, en muchas ocasiones de grandes hechos artísticos. Quizás en ese momento no lo valoraba, pero ahora que me estoy poniendo viejo, pues un poco que empiezo a entender.
Amaury. Viejo tú, ¡Por favor!. También estuviste en Santa Camila de La Habana Vieja, con Eslinda Núñez, en la Plaza de la Catedral.
Alberto. Bueno, me ha tocado. Lo que pasa es que casi nunca se conoce mucho lo que hace un actor. Te cuento que a veces es como que me están redescubriendo algunos directores por ahí. Que no conocen mucho si uno ha hecho esto o ha hecho lo otro. Me tocó hacer Santa Camila de La Habana Vieja, con Eslinda Núñez. Todo lo contrario a lo que yo me imaginé, porque a mí me hablaban de Eslinda y siempre tenía la imagen de esa excelente actriz, desde luego, esa excelente persona, mujer, artista en general, pero no me imaginaba a Eslinda hecha una fiera arriba del escenario ¿tú sabes? Decía, ¿cómo Eslinda se va a volver esta bola de candela que es Santa Camila? ¿Cómo va a pasar? y tú sabes que me quedé sorprendido. Llegamos a un punto tal, en que yo miraba a Eslinda y ya Eslinda sabía que yo iba a cambiar esa noche mi actitud o iba a hacer otra cosa y ya Eslinda estaba preparada. Era una…
Amaury. …Conexión total.
Alberto. Una conexión total la que existía entre Eslinda y yo. Tuvo una gran paciencia porque en el momento en que yo hice Ñico, yo apenas comenzaba mi carrera como actor y Eslinda ya era una actriz, aunque muy joven, consagrada. Había hecho papeles importantísimos.
Amaury. Eslinda fue consagrada desde que nació.
Alberto. Entonces enfrentarme a esa suerte, eso era un reto, ¿ves?, eso sí creo que fue un reto para mí.
Amaury. ¿Por qué no has hecho más teatro?
Alberto. No sé porqué no lo he hecho, ciertamente es un descuido mío, es un descuido. Independientemente de que la situación exacta es que pagan muy poco en el teatro y yo tengo cuatro hijos, y no puedo estar ganando ese dinero, no me alcanza, no puedo ni pensarlo. Lo que me gusta es el teatro.
Amaury. ¡Ah, es el teatro!
Alberto. El teatro es el medio para mí, donde yo me siento realizado totalmente es en el teatro… sientes… tú lo sientes, porque tú eres actor también y tú eres un cantante, que cuando te pones ahí, tú sabes lo que se produce entre el público y tú, cuando tú vas a decir una frase…
Amaury. ¿Pero no te da miedo tener que aprenderte los mismos parlamentos todos los días?
Alberto. Bueno, es que he pasado experiencias tremendas. De hecho tuve una experiencia maravillosa con Isabel Santos haciendo una obra de teatro donde en el segundo texto, pues a mí se me olvidó la obra de teatro, se me olvidó totalmente (risas) no, porque los olvidos míos no son parciales, son totales, es una isquemia total.
Amaury. ¡Blackout!
Alberto. Exactamente, tanto que acudí a un recurso que de pronto miré a Isabel y dije: bueno ¿y por qué estás aquí? o sea, no entendía qué hacía Isabel ahí y yo aquí y me daba cuenta que había un público y que algo debía estar pasando porque había luces y cosas. Y lo que hice fue decirle: ¡oye! ¿sabes qué? voy al baño, así que te lo digo para que sepas. Y a Isabel la dejé sola en medio del escenario y pensé: bueno no sé qué va a hacer.
El teatro conmigo es traicionero, es como que me pone en esas situaciones para decirme: esto es para que me respetes y para que sepas que puede haber mucha televisión y puede haber mucho cine, pero mira, quien manda soy yo. Después me ha pasado con varias gentes. Sin embargo, es el medio donde yo puedo sentirme de verdad explotando mis capacidades, lo que tenga o lo que no tenga.
Amaury. ¿Con quién te has sentido mejor trabajando, de tus compañeros de generación?
Alberto. Yo admiro muchísimo a muchos actores de mi generación. He visto cómo se han convertido en grandes actores o en directores o han cambiado o han pasado…, porque somos cómplices todos, porque todos nos conocemos, es el mismo grupo. Temo mucho decirte con quién me siento mejor.
Amaury. No, no es necesario.
Alberto. No es necesario, sería… Pero sí efectivamente hay actores muy importantes que han hecho cosas que yo admiraré toda mi vida y de las actrices, bueno, qué te voy a decir. Las actrices… son más bondadosas esas opiniones en lo que se refiere a las actrices. Es lo que te puedo decir.
Amaury. Colombia ¿Cómo te fue en Colombia? Estuviste un tiempo en Colombia.
Alberto. Estuve 6 años en Colombia.
Amaury. Seis años no es un tiempito.
Alberto. No, es bastante tiempo. Colombia es mi segunda Patria y entiéndase por Patria lo que refiere a mi sentimiento genuino, a mi cariño, a lo que soy capaz de dar por una…
Amaury. Por una Nación, por un lugar.
Alberto. Además, allí nació mi segunda hija. Tú sabes que tengo una hija colombiana, Isabela Lucía. Colombia ante todo es una escuela de vida, donde yo fui a probar que podría hacer otras cosas. En Colombia me fue al principio muy difícil, muy difícil. Yo iba sin dinero a ese lugar, yo iba con 20 dólares a Colombia, ¿te imaginas?, hasta que tuve la suerte de que un director muy importante que había allí, que había estado en Cuba en muchas ocasiones, se llama Pepe Sánchez, sabía quién era yo, qué había hecho, qué yo hacía, conocía parte de mi trabajo y me llamó y me introdujo en la televisión. A él le gustaba lo que yo hacía, me dijo: ¡Mira, olvídate de todo lo que has hecho, si has hecho o no televisión, aquí tienes que empezar otra vez de cero, te toca empezar de cero! Eso fue en el año 94.
Tuve la suerte…, yo tenía un premio de actuación en Colombia por Los Pájaros tirándole a la escopeta, por eso una ocasión muy feliz esa película, tengo el premio gracias a tú mamá, gracias a Reinaldo Miravalles, gracias a toda esa gente.
Amaury. ¡Gracias a tu talento también, chico, qué te pasa!.
Alberto. Bueno, desde luego, también, un poco. Pero me pasó una cosa muy Pujols. Por ejemplo, yo llegué a Colombia y recuerdo que la primera entrevista que tuve en la televisión, la tuve en RCN Televisión, finalmente cuando concedieron escucharme. Fui allí a firmar un contrato.
Amaury. Sí, uno de los dos canales más importantes.
Alberto. Sí, son Caracol y RCN Televisión. Recuerdo que había unas fotografías de actores muy importantes allí… Era muy simpático, porque tú sabes… el embajador nuestro me prestó su auto para ir a la entrevista en ese momento porque yo no tenía ni dónde caerme muerto y supuestamente debía de ir muy bien vestido a esa entrevista. Llegamos con el carro del embajador, todo vestido de azul, un trajecito azul que me habían hecho aquí, muy bonito, y cuando llegué allí, se bajan los cristales y todo, ¿tú sabes?, cómo en las películas y el hombre que estaba en la puerta estaba mejor vestido que yo, el portero, y dice: ¡espérese momentito, señor, un momento, por favor, mire, corra su auto para atrás, que viene alguien que se acerca acá! y venía una súper camioneta flamante, que aquello era tremendo y venía Guy Ecker ¿te das cuenta?
Amaury. Ah, claro, el actor.
Alberto. El protagonista de Café, que estaba en ese momento…
Amaury. ¡Sí, sí!
Alberto. Me sentí que yo dije: bueno, ¿pero qué yo le hecho al mundo?, ¿por qué me trata así este hombre? Date cuenta que allí está muy marcada esa diferencia. Cuando llega el protagonista, es el protagonista.
Sin embargo, vi unas fotografías, por eso te hago el cuento de Gay Ecker, y de Margarita Rosa (de Francisco), de millones de actrices muy importantes que había allí, en Colombia y yo me dije en ese momento: Bueno, Pujols, a lo mejor tú no eres rubio de ojos azules, tú no mides siete pies, ni vas a ser el protagonista montado arriba del caballo, porque primero no lo monto bien, pero, tú no te puedes ir de este lugar, hasta que tu nombre no sea al primer nombre que esté ahí. Esa era mi responsabilidad.
Amaury. ¿En la galería de fotografías?
Alberto. No, no, en el cabezote de la telenovela. Yo tenía que ser el primer nombre del elenco. Si no estaba como el primer actor del elenco, mi carrera estaba mal allí y logré ser el primer actor del elenco. Cuando vi que yo era el primer actor del elenco, que decía Alberto Pujols como primer crédito, entonces me dije: ya puedo regresarme, pero tenía que estar allí, tenía que lograrlo y tenía que demostrar… No es tan fácil de porque llegué y ya me toca. Aprendí que había que luchar, que había que pasar mucho trabajo para lograr las cosas. Las cosas a veces nos vienen dadas y ¡chévere, qué bueno!, pero a veces toca trabajar, sufrirlas, para que la gente vea que efectivamente tú has logrado las cosas con mucho esfuerzo; si no, no habrían puesto mi nombre allí, en ese lugar.
Amaury. ¿Y tú estarías dispuesto a volver a empezar, cada vez?
Alberto. Ya no estoy muy de acuerdo en volver a empezar, ¿ves? porque ya me estoy cansando un poco…
Amaury. …Pero estás en la pintura ahora…
Alberto. …En estas cosas, sí, en estas cosas del arte sí.
Amaury. Yo hablaba de comienzos y de principios y tú te has casado unas cuantas veces.
Alberto. Cinco veces. Por todas las vías: Por bobo, por entretenido, por todas las vías. (risas)
Amaury. Pero tú compañera de hoy…
Alberto. …Ada. El Hada…
Amaury. Ada no parece una cosa transitoria ni un paso peatonal.
Alberto. No, no, en ningún caso es transitorio, te lo puedo asegurar.
Amaury. ¿Cuántos hijos tienes con ella? Háblame de tus hijos y de ella.
Alberto. Ada es el resultado de un encuentro feliz, de una puerta que apareció para ella y para mí, a partir de un momento en que coincidimos aquí en La Habana. Yo regresaba de Colombia y ella regresaba de España. Éramos dos personas empezando a entrar en cierta madurez cuando nos conocimos y teníamos intereses muy parecidos desde el punto de vista familiar, lo que entendíamos como proyecto de familia y se estableció allí una química interesante hasta que una buena noche llamó equivocadamente a mi casa, creo que llamó al lugar… Fue una llamada determinante, ¿no?, a partir de ese momento se hizo la luz… Ella llamó a mi casa equivocada, salí yo al teléfono…, finalmente pasamos esa etapa de pena que teníamos de bueno qué… en fin, de concretemos esto, ¿queremos vernos o no queremos vernos?, ¿queremos hablar o no queremos hablar?
Y esa noche pues se hizo la luz y a partir de ahí, de esto hace ya 11 años, después vino Sofía, nuestro ángel Sofía, que es mi hija pequeña, que es como el ángel de toda la familia.
Amaury. Estuve preguntándole a Ada que por qué no la había traído.
Alberto. ¿A Sofía?, bueno porque la idea es que tú hicieras el programa… y esa niña maravillosa me la dio Ada ¿no es verdad?, que yo siempre digo: El Hada, cuando hablo de ella. Creo que gracias a Ada he logrado muchas cosas, porque ha tenido la fuerza, es como el motor que necesitamos nosotros los artistas, a veces, como para concretar y pisar la tierra.
Amaury. Cualquiera que esté viendo esta entrevista, Albertico, se da cuenta de que tú eres una persona muy positiva.
Alberto. Trato, trato.
Amaury. Muy positiva, muy alegre, muy emprendedora…
Alberto. …No creas que a veces soy tan alegre, Amaury, a veces…
Amaury. A mí me ha tocado entonces verte en los momentos…
Alberto. Creo que has tenido la suerte.
Amaury. Además, como decíamos al principio de la entrevista, conozco muy bien a tu familia y sé que todo el mundo ahí ha tratado de sobreponerse a todo, pero ¿Cómo se repone Albertico Pujols? ¿Cómo sale y se convierte en esta especie de trueno, de rayo que ha llegado aquí?, con ese entusiasmo, con esa alegría, ese muchacho emprendedor que eres tú.
Alberto. Pienso que yo soy muy espiritual. Soy una persona que trata de centrarse en la esencia de las cosas, independientemente de que a veces te pueda parecer un poco como loco, un poco…
Amaury. No me parece loco, me pareces fresco y espontáneo.
Alberto. Yo observo mucho y trato de captar la esencia de la gente. No solo físicamente. A veces, no creo mucho en la cuestión física, creo mejor en los planos energéticos. Yo quiero tanto a veces a la gente, yo siento tanto a la gente, que lo que trato de llevarme no es que te toco físicamente, Amaury, es que quiero llevarme tu alma, yo quiero llevarme tu esencia, de eso me nutro, de eso nos nutrimos todos y eso es lo que convierte esa energía en luz… tu mamá… ¿te das cuenta?… Consuelo es uno de los duendes que tenemos en nosotros, en nuestra cultura, en nuestro país. A los duendes que nos encomendamos en un momento determinado para que nos protejan, que nos cuiden, que nos digan: sigue. Se trata de que cuando empiezas a ver ese vacío, que no es que no exista, está ahí, a veces, te sientes al borde del abismo, que sientes que no hay de dónde agarrarte y siempre, siempre, siempre, tenemos la obligación como artistas, como seres humanos, de tratar de buscar y escarbar. Porque siempre, siempre aparece una moneda en el saco viejo donde lo tenemos guardado y eso es lo que tenemos que tratar de ver. Si no quieres encontrarla, no la vas a encontrar, pero si tú quieres encontrar, busca que encuentras. ¿Te das cuenta? De eso se trata.
Amaury. Ellos están con nosotros, tú estás conmigo. Gracias, gracias por seguir siendo eso, un corcel de fuego.
Alberto. Trato de serlo, trato de serlo.
Amaury. Bueno, mi niñito, un abrazo.